El concepto de Smart City surge de la necesidad de potenciar los recursos de los que dispone una ciudad, minimizando el gasto energético y respetando el medio ambiente. Podríamos decir que es el conjunto de medidas y estrategias que puede llevar a cabo una ciudad para conseguir ser sostenible y eficiente, mejorando la calidad de vida de sus ciudadanos y reduciendo la contaminación.
El término “ciudad inteligente” está extendido por todo el mundo y se atribuye a las localidades que han desarrollado sectores como el transporte, la gestión de residuos o el uso de las energías renovables, a través de la aplicación y el uso eficiente de la tecnología.
La utilización de la tecnología más vanguardista en el entorno de la ciudad facilita las operaciones de las instituciones, informando al ciudadano en un breve periodo de tiempo sobre los aspectos que pueden interesarle. Por ejemplo, el uso de sensores inteligentes colocados en puntos estratégicos de la ciudad envía información sobre el tráfico, la contaminación, el ruido o las plazas libres de aparcamiento.
Estas herramientas también pueden regular los sistemas luminosos en función del tráfico, semáforos que envían información a los dispositivos de los invidentes, bicis que indican el mejor camino o contenedores que avisan cuando están llenos.
La relación armónica entre las comunicaciones, el capital humano, la inversión social y las infraestructuras permite el desarrollo económico sostenible, y da como resultado la mejora en la calidad de vida de los habitantes. Esta metodología debe ir acompañada de una concienciación social que facilite la implementación de estas técnicas mediante un sistema de comunicación eficaz.
Uno de los objetivos necesarios en el progreso de una Smart City es la promoción y creación de empresas tecnológicas que suministren servicios especializados y soluciones creativas. En varias ciudades se han puesto en marcha “incubadoras” que funcionan como puntos de encuentro entre Universidades, centros de investigación, empresas, organismos públicos y expertos. Aquí se analizan los problemas y se intenta dar solución a estos problemas mediante la colaboración de los distintos actores.
La capacidad actual de las personas de poder conectarse a la red a través de los diferentes dispositivos, el uso masivo de las redes sociales y los medios tradicionales abren muchas posibilidades de interactuar con la población, y de que ésta pueda conocer casi en el acto las modificaciones y directrices de las instituciones.
La comunicación es un pilar fundamental en el proceso de concienciación, pero también lo es la educación. La formación de los jóvenes en temas de sostenibilidad y respeto al medio ambiente, el uso responsable de la tecnología, la gestión de los residuos y el fomento de las energías limpias.
Existen “Smart Cities” en todo el mundo. En Europa están situadas principalmente en los países nórdicos, Dinamarca, Finlandia, Suecia o Noruega. En estas ciudades las principales medidas que se establecen tienen que ver con la utilización de energías renovables que minimicen el gasto energético, la correcta gestión de los recursos o la innovación en ámbitos como el transporte y la movilidad urbana.
Por ejemplo, en Helsinki, capital de Finlandia, se han marcado un objetivo muy ambicioso, eliminar el tráfico en la ciudad en 2025. Para conseguirlo quieren integrar el transporte público, las bicicletas públicas, los trenes y los ferris en un mismo proyecto dejando a un lado los coches particulares. Este plan se realizará mediante el diseño de rutas personalizadas teniendo en cuenta las condiciones del tráfico, que medio elegir, cómo, donde y cuando alternarlo con los otros medios de transporte. Con este plan quieren establecer una red de movilidad que permita el movimiento rápido y eficiente de los ciudadanos.
En el campo de la comunicación las autoridades de Helsinki han elaborado un registro donde publican todos los datos de interés de la ciudad, para que los ciudadanos puedan estar informados en todo momento sobre las características de los diferentes departamentos que componen la metrópoli. Están publicados datos relacionados con el consejo de la ciudad, departamentos y comités de dirección. Con esta metodología quieren involucrar a la población en la toma de decisiones que afectan a la ciudad.
En Estocolmo, capital de Suecia, han conseguido reducir un 25% las emisiones de CO2 por habitante. Sus políticas de gestión de residuos, calefacción y aguas están muy desarrolladas. El 75% de los residuos domésticos son reutilizados para la calefacción de los distritos y el 25% restante se recicla, los paneles solares asumen hasta el 50% del gasto de agua caliente de las casas y el agua residual se utiliza para la producción de biogás que más tarde será utilizado para abastecer el transporte público.
Berlín también está en la vanguardia del cambio hacia la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente. La capital alemana está dedicando mucho esfuerzo por cambiar la tendencia del uso del vehículo convencional por el coche eléctrico, instalando una red de estaciones de recarga en las farolas de sus calles. Para usar este sistema es necesaria una tarjeta SIM con los datos del usuario y un cable especial. Tras acabar de recargar el coche la facturación se envía a la dirección facilitada por la tarjeta. Con esta medida la ciudad quiere fomentar el uso de estos nuevos vehículos y reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera.
La situación en España es muy prometedora, actualmente hay una red española de ciudades inteligentes (RECI), formada por unos 60 municipios. Aún queda mucho camino por recorrer para estar a la altura de las ciudades de los países antes mencionados, pero España mantiene un buen nivel en cuanto al uso de las energías renovables.
Por ejemplo, Santander ha conseguido en pocos años estar en la vanguardia de las ciudades españolas en el ámbito de las “Smart Cities”. La instalación de 12.000 sensores distribuidos por toda la ciudad ha conseguido suministrar mucha información a las autoridades locales, que pueden conocer al instante la situación del tráfico en la ciudad, la posición del transporte público, los niveles de ruido o los índices de polución. Además, el Ayuntamiento de la ciudad mantiene abierto un sitio de innovación colectiva llamado Santander City Brain.
Todo este conjunto de medidas y directrices por conseguir una ciudad inteligente serán inútiles si no hay un esfuerzo ciudadano detrás, que acompañe a las instituciones en el camino por administrar mejor los recursos y crear un marco de respeto y mejora del ecosistema.